Perdiendo el miedo a hablar en público
En segundo de medicina me apunté como alumno interno de Anatomía. Nuestra labor consistía en explicar los huesos a los alumnos de primero, algo muy sencillo, pero a mi se me hacía un muro.
Reconozco que no me apunté por amor a la Anatomía, lo hice por perder ese miedo a hablar en público que todos, en mayor o menor medida, hemos sufrido alguna vez.
Normalmente la profesora explicaba la lección a todos los alumnos y luego dividía la clase en grupos pequeños para repetirla y aclarar dudas de forma más personal. Uno de esos grupos se lo quedaba ella y los restantes los internos. Aquel día la profesora se tenía que marchar con lo que nos asignó su grupo también: más audiencia, más nervios.
Todavía me acuerdo del temario de la clase: las fosas del cráneo. Creo recordar que lo hice bastante bien, pero mientras explicaba notaba risas y miradas extrañas que no venían a cuento y me desconcentraban.
¿Qué pasa aquí? Al final de la clase, cuando bajé la mirada y vi la bragueta de mi pantalón abierta, entendí el motivo.
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